
No puedo vivir en París y no escribir sobre la caca de perro en las calles... Hoy camino al colegio era un verdadero laberinto.
Cuando estaba recién llegada y todavía era ingenua, pensé que quizá la población de la tercera edad (muy bien representada por estos lares), dada su avanzada edad, tendría problemas para acercarse al piso a recoger los excrementos de sus bienamadas mascotas. Pero rápidamente uno se da cuenta

de que hay gente de todas las edades paseando bestias de todos los tamaños y formas, y ni jóvenes ni adultos andan con la bolsita necesaria para reaccionar ante la eventualidad bastante probable de que el canino levante su cola y haga lo que nadie puede hacer por él.
Hay barrios en que el tema no es tan grave, especialmente los sectores más turísticos. No sé si será porque limpian más las calles o porque los parisinos evitan a los turistas. En todo caso, en Trocadero, frente a la Opera o en la Rue de Rennes, el riesgo de pisar un mojón disminuye notoriamente.
Pero en los barrios más residenciales o propiamente "parisinos" hay que andar con cuidado, esquivando lulos a diestra y siniestra, hasta el punto en que a veces uno se siente bailando por las calles, dando pequeños saltitos de allá para acá con un poco de sorpresa y... ups... frustración.
Y no es un tema de perros callejeros, porque no los hay. Siempre hay un responsable humano tras esta asquerosidad. Por supuesto, la hipocresía francesa da hasta para eso: es muy raro ver a un perro en el acto de defecar sobre la vereda. La gente busca los lugares y los horarios de menos tránsito para sacar a las criaturas a hacer sus necesidades. Las calles que llevan al colegio están llenas de sorpresas el lunes por la mañana, y cuando el viernes uno ya se ha aprendido el puzle de memoria, viene el fin de semana (en que pasa mucho menos gente por esas calles) y TA-TAN! El desafío comienza nuevamente...
Es muy frecuente ver carteles que dicen: "Yo amo mi barrio, yo recojo" (entiéndase: recojo la mierda de mi perro cuando caga). Hay multas establecidas para quienes infligen las leyes que se han promulgado al respecto. Todo esto con efecto nulo, por supuesto. El único lugar que realmente se respeta son los parques, donde por lo general está prohibido que entren las tiernas mascotas, por lo que pastos y juegos en estas áreas están a salvo.
Hace unos meses, un vecino desesperado tomó un enfoque creativo. Una buena mañana amaneció la pared que bordea su sitio rodeada de unos lulos de cerámica de colores, unos meados pintados en azul, y unas palabrotas destinadas a los asquerosos dueños de can que dejan ahí regularmente sus desperdicios. Durante unos días, pasar por ese trozo de vereda era un descanso para los pies y para la vista, casi el paraíso... se mantuvo limpio. Pero muy pronto los mojones de colores fueron acompañados, y en algunos casos cubiertos, por la dura (o blanda) realidad. Eventualmente fueron quebrados por algún peaton impertinente y finalmente, visto el escaso éxito de la iniciativa, toda la realización fue desmontada, dejándonos perdidos nuevamente, sin esperanzas, en el mundo de mierda.
Conclusión: si visitas la ciudad de las luces, no te molestes con las vistas panorámicas que maravillan, porque seguro que te encuentras con la pata en la "merde"!
Un video al respecto pueden encontrar en www.grover.net "Poop in Paris".