los franceses se hacen los locos

Por eso, me enteré de lo que estaba pasando en París por un amigo que vive en Chile. Me hablaba de las banlieu en llamas. Habían pasado diez días desde del comienzo de los disturbios y yo no tenía idea. Claro, me bajó la curiosidad y partí al kiosko a ver qué pasaba. Me sorprendí con las fotos de los autos quemados, pero sobretodo me extrañé por el hecho de que a esas alturas ninguna de las principales revistas noticiosas semanales llevaban el tema en portada.
En los días siguientes recibí mails de amigos y familiares preocupados por nosotros. ¿Estábamos bien? ¿Corríamos peligro? ¿Cómo explicarles que, estando a una veintena de kilómetros de los ardientes episodios, no había visto nada, escuchado nada, sentido nada? En nuestro apacible barrio, como en la mayor parte de ésta y otras ciudades francesas, la vida seguía como siempre. La feria se ponía en la calle tres veces por semana, humus y camembert lado a lado. Los niños de todas la nacionalidades asistían a clases, pero sin los símbolos de su religión, que fueron prohibidos en el aula recientemente. Durante algunos días hubo estaciones de bus, metro y tren sin servicio, en el norte de la ciudad, aislando aún más a las poblaciones afectadas. Pero la mayor parte de la ciudadanía no sufrió sobresaltos, no vio nada fuera de lo común, no sufrió cambios en su vida cotidiana. Esta Francia estuvo muy lejos de los incidentes, tan lejos de los inmigrantes como de Chile.
El hecho es que esta sociedad que pregona libertad, igualdad y fraternidad, está tan segregada como la sociedad chilena. La mayor parte de los jóvenes que participaron en los disturbios son franceses, hijos y nietos de los inmigrantes que reconstruyeron el país después de la Segunda Guerra Mundial, o inmigrantes legales, principalmente de ex colonias francesas. Pero todos son considerados afuerinos, ya sea por el color de su piel, su cultura o su religión. No aparecen en la tele, fracasan en el colegio, son discriminados en el empleo. Son la "escoria" de Francia, para tomar la tan relevante palabra de Nicolas Sarkozy.
Hasta ahora la respuesta ha sido policial, el problema que se enfrenta es la delincuencia. Qué difícil sería hablar de los problemas sociales, las condiciones de vida miserables, el tráfico de drogas. Antes de los disturbios, la policía, las ambulancias, los bomberos no entraban a los barrios conflictivos de la periferia porque corrían peligro de ser atacados. Debe ser por eso que en Francia se queman 60 autos en cualquier noche 'normal'. Durante los disturbios, bajo el mando de Sarkozy, hubo más de 11 mil policías en las calles de los ghettos. Había que ponerle fin al temor de la Francia, el de aquellos conciudadanos aterrorizados que a pesar de todo salían por la mañana a trabajar, vestidos a la moda y bien perfumados, a hacer taco con sus autos que nunca corrieron el riesgo de ser quemados.
Aquí se habla de la "crisis de las banlieu", de los suburbios, de los inmigrantes, quienes a pesar de la "generosidad" del estado no han adoptado los valores de la amada República. Esa república que quiere erradicar el velo de las mujeres musulmanas, bajo el argumento de que la integración, o mejor dicho 'asimilación', se ve dificultada por él. El francés estereotipado por la derecha gobernante no puede ver más allá del velo, no puede considerar igual a alguien que se viste, habla o piensa distinto.
El último argumento irrisorio del gobierno es que la causa de la revuelta es la poligamia que ejerce un pequeño porcentaje de la población inmigrante. Otro intento de hacerse los locos, la culpa es de esos negros bárbaros con extraños y cuestionables valores, que tienen demasiados hijos y abusan de la seguridad social. Asi se alejan del problema para que no parezca propio, para no tener que hacerse cargo.
La semana pasada hablaba con uno de tantos franceses que cree que "la crisis de las banlieu" fue una exageración periodística. "Ya verás que en un par de semanas nadie hablará de todo esto," vaticinó. Y creo que se equivocó, porque no han pasado semanas y los titulares ya no hablan de las banlieu, sino de la visita de Bush a China, la coronación del Príncipe Alberto en Mónaco y los resultados de la decimoquinta jornada de la primera división de fútbol. Vuelta a hacerse los locos. Prefiero no leer los diarios.
La foto es de http://www.paz-digital.org/portal/article4322.html